martes, 3 de junio de 2014

12 imágenes (Goya/Courbet). De la insurrección madrileña (1808) - La Comuna de París (1871).

El Coloso
El enorme cuerpo del gigante ocupa el centro de la composición. Parece adoptar una postura combativa a juzgar por la posición del brazo y el puño cerrado. El cuadro fue pintado durante la Guerra de la Independencia Española, por lo que podría simbolizar dicho enfrentamiento bélico. Nigel Glendinning afirma que el cuadro está basado en un poema patriótico de Juan Bautista Arriaza llamado «Profecía del Pirineo» publicado en 1810. En él se presenta al pueblo español como un gigante surgido de los Pirineos para oponerse a la invasión napoleónica. Existió un cuadro de tamaño similar y carácter también alegórico conocido como El águila que se hallaba en posesión del hijo de Goya en 1836, lo cual probaría que Goya ideó cuadros de parecido concepto al del Coloso.

El dos de mayo de 1808 en Madrid
Representa una escena del levantamiento del 2 de mayo contra los franceses, comienzo de la guerra de independencia española contra Napoleón, que había ocupado España en 1808 e iba a poner como rey a su hermano, José.
En el cuadro, los insurgentes españoles atacan a los mamelucos, mercenarios egipcios que combaten al lado del ejército francés. Esta revuelta fue aplastada de forma sangrienta por el ejército de ocupación.

El tres de mayo de 1808 en Madrid
También conocido como Los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío o Los fusilamientos del tres de mayo es un cuadro del pintor aragonés Francisco de Goya terminado en 1814 que se conserva en el Museo del Prado (Madrid, España). La intención de Goya al elaborarlo era plasmar la lucha del pueblo español contra la dominación francesa en el marco del Levantamiento del dos de mayo, al inicio de la Guerra de la Independencia Española.
Los desastres de la guerra


El Entierro de la Sardina




Esta obra manifiesta la alegría de vivir del pueblo, y contrasta con las recientes escenas macabras de Los desastres de la guerra o la tragedia inminente de la serie de la Tauromaquia, así como se aleja de los autos de fe, las muestras sangrientas de las disciplinas de los flagelantes o el mundo absurdo y marginado de la casa de locos, los cuadros con los que se ha visto que se relaciona en el tiempo y asuntos. Se trata de destacar más allá de las circunstancias políticas y sociales la «vitalidad popular», según señala Bozal. Aquí las clases humildes gozan de libertad, se expresan sin trabas y no se ven abocados a restricciones, padecimientos e incluso guerras impuestas por circunstancias ajenas al deseo del pueblo. Este es el mensaje complementario de la denuncia que lanzaba la serie de estampas de Los desastres de la guerra, donde todo el énfasis se hacía en la lucha de la gente por su vida, por sus casas y donde las víctimas estaban despojadas de heroismo y de representación de causa alguna. Es este del entierro de la sardina el mundo feliz, aunque en su último día, o el que, por un tiempo, da rienda suelta a sus deseos vitales, sin hacer consideración moral alguna y mostrando la simple fiesta, abolidas las leyes, instituciones y ataduras de la autoridad.

El Hombre Herido
Autorretrato de Courbet. El herido simboliza sin duda el hombre que la Muerte libera del Amor o el hombre en el que la belleza se revela sólo en el sufrimiento, ya que, como Courbet confiara a su amigo filósofo Proudhon: "...la verdadera belleza sólo se halla entre nosotros en el sufrimiento y el dolor".

El Hombre de la Pipa
El hombre de la pipa (autorretrato), 1846-1847, Gustave Courbet, (Montpellier, Museo Fabre). En 1854 y a propósito de este cuadro, Courbet daría la siguiente explicación a su mecenas Bruyas, que acababa de comprarlo: “Es el retrato de un fanático, de un asceta; es el retrato de un hombre desilusionado con las necedades con las que se le ha educado y que busca asentarse en sus principios”.

Un entierro en Ornans
Un entierro en Ornans, 1850-1851, Gustave Courbet, (París, Museo de Orsay). Haciendo de esta tela un gigantesco fragmento arrancado a la realidad, el campesino Courbet responde a Baudelaire: “El verdadero pintor será aquel que sepa arrebatar a la vida de hoy en día su cualidad épica y hacernos sentir lo grandes y poéticos que somos con nuestras corbatas y nuestras botas de charol. {…} El traje negro y la levita no sólo poseen belleza política, que es expresión de igualdad universal, poseen también belleza poética que es la expresión del alma pública, – un inmenso cortejo de sepultureros políticos, de sepultureros enamorados, de sepultureros burgueses. Todos celebramos algún entierro.”

Retrato de P.J. Proudhon
En 1855, mientras que la Exposición universal pone en escena la rivalidad entre Ingres y Delacroix, Courbet para desafiar al jurado que había rechazado sus cuadros “El taller del pintor” y “Un entierro en Ornans”, construye su propio pabellón para exponer sus lienzos, convirtiéndose desde entonces en el fundador del movimiento realista. Fiel a sus ideas socialistas y republicanas, Courbet era un firme opositor al gobierno de Napoleón III, participando en la Comuna republicana de París (1871). Tras la represión de la Comuna, se le halló culpable de la destrucción de la columna de la plaza Vendôme y condenado a pagar su restauración que el Estado francés hizo efectiva subastando muchos de sus cuadros. Después se exilió en Suiza, en la Tour de Peilz, donde murió. La amistad con el filósofo anarquista Proudhon, había reforzado sus convicciones políticas, colaborando con él en la redacción del texto “Del principio del arte y su destino social” (1865) donde el escritor basándose en la obra de Courbet, se planteaba la justificación social del arte. A este artista provocador y revolucionario también se le relacionó con otros escritores como Baudelaire y Champfleury quien defendía las ideas y la obra del pintor.

Courbet realizó este cuadro el mismo año de la muerte de Proudhon como recuerdo de su amistad. El pintor había pedido varias veces a su amigo que posara para él, pero el filósofo siempre se había negado. Para este retrato, Courbet se basa en una fotografía realizada algunos años antes por el fotógrafo Reutlinger. Proudhon está representado en compañía de Catherine, su hija mayor aprendiendo el alfabeto y la hermana pequeña Marcelle que juega a las cocinitas, y murió de cólera en 1854, once años antes de la realización de este cuadro. Inicialmente, la mujer de Proudhon tenía que figurar sentada junto a sus hijas, pero fue reemplazada por su cesta de costura.


Bomberos corriendo hacia un incendio
Desde mayo hasta septiembre de 1854, Courbet residió en Montpellier, en casa de su mecenas, el coleccionista Alfred Bruyas. Éste había comprado en el Salón del año anterior una de las obras más controvertidas del artista, “Las bañistas”. Refiriéndose a esta obra Courbet decía: “este cuadro representa una fase curiosa de mi vida, es la ironía”. Durante los cuatro meses que dura su estancia en Montpellier, realiza cuadros fieles al espíritu de esta nueva tendencia pictórica, teorizada por el crítico de arte Champfleury quien le da el nombre de “realismo”. El cuadro “El encuentro” inmortaliza la llegada de Courbet a Montpellier invitado por su amigo. De hecho esta escena ficticia evoca simbólicamente un acuerdo tácito entre los dos hombres: Bruyas encuentra su lugar en la sociedad como coleccionista y mecenas; Courbet necesita apoyo moral y financiero para preservar su libertad de artista. Los dos están convencidos de la importancia del Realismo para el futuro de la pintura: “No somos nosotros, son nuestras soluciones las que han provocado el encuentro” escribe Courbet a Bruyas el 3 de mayo de 1854.

El Taller del Pintor
El encuentro o ¡Buenos días, señor Courbet!
“El taller del pintor, alegoría real que determina una fase de siete años de mi vida artística”, el pintor se representa rodeado de sus modelos y de sus amigos. Evita cualquier énfasis solemne y la atmósfera clasicisante tradicional asociada a la imagen del artista trabajando. A través de los personajes representados a la izquierda, Courbet describe diferentes tipos representativos de la sociedad contemporánea. A la derecha, al contrario, aparecen los retratos de algunos de sus amigos, como Baudelaire (la Poesía) sumergido en su lectura y que hizo borrar la imagen de su amante que Courbet había pintado a su lado, o el pensador anarquista Pierre Joseph Proudhon (la Filosofía social).


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